La historia de Apurímac está estrechamente relacionada a la de Cusco, como lo demuestra la existencia de libros como Historia de los pueblos de indios de Cusco y Apurímac (2014), de los arquitectos Graciela María Viñuales y Ramón Gutiérrez. Lo mismo pasa en el ámbito de la contabilidad, por lo que no es desatinado remontar los inicios de este oficio, en ambas regiones, a los tiempos del Imperio Inca (1438 -1533).
Por lo tanto, en lo que hoy conocemos como Apurímac, nuestros antepasados desarrollaron la contabilidad mediante khipus, aquellas soguillas de colores con las que se llevaba las cuentas de los recursos y, de paso, se les administraba. Así lo detalla el libro El khipu y la yupana (2016), de Viviana Ruth Moscovich.
Luego, con la conquista del Tahuantinsuyo, se instaura un orden totalmente nuevo, avalado por las Nuevas Leyes de Indias, que trae consigo la contabilidad europea, cuyo mayor pilar en ese entonces eran los tratados de Lucas Pacioli sobre la partida doble.
De esta manera, aparecen las Cajas Reales, que eran los centros de acopio de las recaudaciones y estaban a cargo de tres oficiales: el contador, el tesorero y el factor. Este sistema se mantiene aún después de la independencia.
En el estudio Conociendo Apurímac, del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), se reconoce que esta región “pertenecía a la intendencia del Cusco” durante los años de la colonia y que siempre destacó “por la fertilidad de los suelos”.